Bodega Soledad

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Fecha de publicación:
29 de noviembre de 2024
Categorías:
CalidadEl vino

En qué se diferencia un clarete de un rosado y seis opciones para disfrutarlo

Ahora que los rosados españoles han apostado decididamente por el estilo provenzal, es bueno volver la mirada a los claretes que fueron en su día la mejor expresión de una tipología tan popular como entrañable. Pero antes conviene aclararse, porque todavía se confunden con los rosados, hasta el extremo que algunas bodegas no dudan en etiquetarlos como tales. La razón de esta sinrazón estriba, en gran medida, en la ausencia de una legislación específica de la Unión Europea que los diferencie claramente. Pero tampoco la tenemos en España, donde el Real Decreto 1363/2011 que desarrolla la reglamentación comunitaria en materia de etiquetado de vinos anula la antigua exigencia de porcentajes mínimos de tipos de uvas que debían llevar un vino clarete y un rosado y se limita a mencionar cuestiones relativas al color del vino (blanco, blanco de uva blanca, blanco de uva tinta, rosado, clarete y tinto). Una situación que permite calificar un clarete como rosado si mayores problemas, beneficiándose así del tirón comercial de esta tipología.

Más allá de reglamentaciones y decretos, la realidad es que claretes y rosados son vinos diferentes, con procesos de elaboración distintos, lo que da lugar a resultados enológicos y características sensoriales específicas. Cada uno tiene su proceso de elaboración. De forma genérica, el clarete ha sido y es una forma tradicional de elaborar un vino tinto, caracterizada porque el mosto fermenta con los hollejos de uvas tintas y blancas, generalmente procedentes del mismo viñedo, donde coexisten desde siempre. En el caso de que la variedad sea exclusivamente tinta, se reducen los tiempos de maceración para lograr un vino más abierto de color. En el caso del rosado, aunque también parte de uvas tintas y puede llevar alguna blanca, el mosto, tras una pequeña maceración con los hollejos y posterior sangrado, fermenta como un blanco. Similitudes y diferencias que el enólogo modulará de acuerdo a sus objetivos.

Son las características específicas del clarete las que están impulsando su recuperación, y facilitando un incremento de su calidad más que notable. No olvidemos que hubo un tiempo en que todos los tintos de las distintas zonas de Castilla y León, Aragón, Navarra, y La Rioja, eran claretes, lógica consecuencia de vinificar juntas, generalmente en cubas de madera, las uvas tintas y blancas del mismo viñedo. Solían adoptar nombres pintorescos.

Los gustos cambian y las tendencias de consumo evolucionan con el tiempo. Hoy en día, con las altas temperaturas y la preferencia por comidas más ligeras y sutiles, se demandan vinos que puedan disfrutarse fríos, aportando su riqueza gusto-olfativa sin imponerse. Esto ofrece una gran oportunidad para que los renovados claretes recuperen el gusto perdido. Su peculiar expresión aromática, el frescor cítrico de su sabor afrutado, y su llamativo y brillante color rojo claro, los convierten en una opción en alza, con un gran provenir.

Fuente: Elpais.com