El Blog de Bodega Soledad
Humildad, respeto por la tierra y un cariño muy especial que nace a pie de viña y se traslada al lagar donde comienza la bendita transformación de la uva en vino. Tres valores que bien podrían construir el emblema de Bodega Soledad. Una sociedad cooperativa, cuyos 270 socios actuales son conscientes del incalculable valor que atesoran sus 2.400 hectáreas de viñedo, un valioso tesoro que no solo se mide en kilos de preciada uva, sino en el activo social que su actividad supone para el pueblo, ofreciendo a lo jóvenes una opción profesional real como agricultores. Allí, en Fuente de Pedro Naharro, población rural conquense cercana al límite con Toledo, no ha disminuido el número de habitantes en 40 años, un dato del que pocas poblaciones de este país pueden presumir y del que esta bodega es en gran parte responsable.
Esto es un claro ejemplo de que del campo pueden vivir generaciones enteras, pero para eso, además de trabajar duramente, hay que hacerlo con tino, mirando siempre al campo antes que a la bodega e intentando plasmar en los vinos las cualidades del paisaje sin atender mucho a las modas pasajeras.
Sostenibildad por bandera
El socio viticultor mira a sus viñas convencido de que la actividad en el campo ante todo debe ser sostenible con el único fin de preservar el ecosistema de la zona y, por qué no, para dar un punto personal a sus elaboraciones. Pero siguiendo esta máxima, van aún más allá: estamos ante la primera cooperativa en España que obtuvo el sello Wineries for Climate Protection, un certificado creado exclusivamente para el sector del vino y que centra su labor en la sostenibilidad medioambiental. Otro de los hitos conseguidos a nivel de D.O. –que por supuesto implica a esta bodega– es que Uclés es la primera denominación de origen de España en medir la huella de carbono, un dato fundamental para encontrar soluciones que reduzcan estas emisiones.
El delicado asunto de cómo el clima afecta de forma directa a nuestro modo de vida y a los cultivos hay que tomárselo muy en serio, y en esta casa hay un firme compromiso para que así sea. Como firme también es el trabajo que desarrollan para conseguir democratizar el vino a todos los colectivos: por eso todos los suyos son aptos para veganos, una muestra más de que el vino se adapta ante cualquier demanda del mercado.
La confianza es lo primero
Generar confianza a partir de un trabajo serio y preciso es una de las premisas del equipo de enólogos formado por Milagros y Rafael. Ellos conocen al dedillo las posibilidades de cada una de las parcelas, muchas de ellas por encima de los 50 años, y de lo que puede dar de sí cada tipo de suelo que allí hay: arcillas rojas, franco-arenosos, calizos, canto rodado. Con esa sabiduría trazan con pulcritud las dos marcas comerciales que conviven en la bodega. Solmayor es la más accesible y está compuesta por monovarietales de Airén, Verdejo, Sauvignon Blanc y un Tempranillo que es una delicia en forma de potencia frutal y amabilidad. Son accesibles porque gozan de una magnífica honestidad, muy valorada por el consumidor. Bisiesto es la gama más seria, con mayores cotas de complejidad y terruño. En Bisiesto están los viñedos más viejos y todo adquiere una dimensión de gran vino donde la crianza en barrica solo mejora lo que la viña ha creado. Para plasmar todo esto en sus botellas, acometen ahora un cambio de imagen que coincide con esa trasmisión de confianza con la que se quiere llegar al consumidor y que queda acreditada por los últimos premios conseguidos, como el Bacchus de Oro que logró Solmayor Tempranillo 2019 o la Medalla de Oro de Bisiesto Cabernet Sauvignon 2012 en la Berliner Wein Trophy. Dicho así, parece fácil crear vinos de esta altura, pero tras tanto éxito hay mucho estudio, trabajo e ilusión: ahí está el mérito de todo lo que esta bodega es capaz de transmitir.
Fuente: Mivino
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